2011.05.07 – Espacios conceptuales

Aplicar el concepto del espacio de la relatividad general a los “espacios conceptuales”: la estructura misma del espacio no es neutra en relación con los objetos situados en él, ambos se codeterminan. Del mismo modo, el tipo de conceptos es correlativo del tipo de espacio, no hay “conceptos absolutos” aislables de su “espacio conceptual”. Problema: homonimia de “conceptos” aparentemente idénticos en espacios distintos (por ejemplo, las distintas versiones de “dios” o “sujeto” en los distintos sistemas filosóficos). No puede estudiarse la relación entre estos conceptos homónimos sin tener en cuenta la relación entre esos conceptos y el resto de conceptos de su espacio conceptual (perspectiva “interna”, “sincrónica”, “autónoma”) y, del mismo modo, la relación entre los diversos espacios (perspectiva “externa”, “diacrónica”, “heterónoma”; conviene buscar expresiones más precisas). En realidad, la distinción entre concepto y espacio conceptual es de por sí equívoca, ya que el sentido de un concepto está en función del resto de conceptos de su espacio (ningún concepto tiene un sentido absoluto con independencia de su espacio: éste es su condición de posibilidad; perspectiva análoga a la trascendental de Kant, no se trata de una prioridad causal o temporal del espacio conceptual con respecto a los conceptos, sino de una prioridad lógica, incluso podría llamarse “hermenéutica” ya que la comprensión de un concepto (incluso una comprensión errónea, desviada) exige que sea situado dentro de un espacio conceptual. Un concepto aislado, absoluto, es un “imposible hermenéutico”.

Perspectiva sistemática-estructural (conceptos sin significado absoluto, codeterminados).

Problema: ¿en qué medida el concepto de espacio resulta necesario? Si el espacio aparece determinado por los conceptos, ¿no podría suprimirse para quedarnos solo con sus “habitantes”?

2006.04.22 – Historia y estructura

Los hechos históricos son significativos gracias a que se insertan en una estructura histórica; pero esta estructura está en función de los hechos. (Falso: es la estructura la que “concede” esa función: es la estructura la que determina qué es un hecho y qué no lo es).

Quizás la estructura esté en función de los hechos históricos desde la que se observa el pasado; la historia también es historiable.

2006.04.12 – La crisis de fin de siglo, el caos, la estética, Nietzsche

El sólo hecho de encontrarnos con una estructura es de por sí desagradable: elimina la fascinación de lo totalmente caótico.

El caos, por definición, no puede ser objeto de la ciencia: sólo de la actividad artística. El caos sólo puede sentirse, pero no puede pensarse, no se puede categorizar (ni siquiera como caos).

(Se convierte al caos en un nuevo absoluto, una nueva totalidad, un “fin” de la escritura).

No, hay que lograr la escritura que no aspire a nada, que no signifique nada, que no represente nada, que no diga nada, que no sea ni concreta ni abstracta).

A nuestra generación, ajena desde muy pronto en su vida a todo lo relacionado con la religión, se le hace casi incomprensible la crisis del sentimiento religioso en el Fin de Siglo: no somos capaces de valorar la importancia de la muerte de Dios no en su sentido filosófico (sólo asequible para los no profanos, para los “académicos”), sino en su sentido literal. La pérdida de la fe religiosa es el gran acontecimiento del siglo XX; es entonces cuando “la muerte de Dios” se hace general, más allá de los “espíritus selectos” que habían sentido sus efectos en el XVIII y XIX. Se pierde definitivamente el miedo al ateísmo (ese miedo está muy presente en el Fin de Siglo: hay un temor casi absoluto por asumir plenamente las consecuencias de la muerte de Dios).

Eso es lo que hace que tengamos que “traducir intelectualmente” la crisis de la época para hacérnosla comprensible. Convertimos una crisis de la religión como fundamento de la existencia en una crisis intelectual como consecuencia del progreso científico y filosófico; desde luego, ambas crisis coincidieron, y la segunda es causa de la primera (la religión no se hubiese venido abajo por sí misma: es el “progreso” de la Razón lo que acaba con ella). Pero es la crisis religiosa la de mayor importancia para los intelectuales de Fin de Siglo. Se trata de buscar el sentido de la existencia sin tener que recurrir a ningún ente trascendente: la estética aparece como el principal territorio en el que encontrar la solución de la crisis.

(Pero la estética no aparece como solución, sino como “consuelo”: ante la imposibilidad de conseguir la certeza, nos queda el arte como tímida intuición de una Verdad inasequible al pensamiento. La estética no es la Verdad, ni siquiera se opone a ella: están en territorios distintos, no hay ninguna estructura común a ellas.)

No se busca la verdad, porque se sabe que es inalcanzable; de ahí la hipervalorización de la belleza. (falso!!! Se sigue buscando la verdad, lo que sucede es que es la estética, precisamente, el lugar donde se revela la imposibilidad de alcanzarla.)

 

Matando a Dios se mató al hombre. No hay crisis de la razón: la crisis es consecuencia del triunfo de la Razón, de la plena consciencia de las dimensiones y el alcance de ese triunfo. Y una de esas consecuencias es la muerte del Hombre (en cuanto creación humana, en cuanto sueño del hombre). El estructuralismo no surge contra el absolutismo de la razón: es su manifestación intelectual máxima.

Marx: crítica de la razón mediante argumentos racionalistas. El capitalismo aparece como encarnación económica de la Razón; las contradicciones internas del capitalismo se corresponden con las contradicciones internas de la Razón.

El Fin de Siglo critica el monstruo, pero es consciente de la imposibilidad de combatirlo con sus mismas armas, en su mismo territorio: se traslada a otro espacio, el estético, donde poder librarse de las ataduras de la razón (encarnada en todos y cada uno de los aspectos sociales, organizativos, culturales y, por supuesto, económicos de la sociedad capitalista moderna).

En Nietzsche está la clave. Nuestra lectura de la evolución cultural en los últimos siglos sólo puede ser la nietzscheana; la respuesta futura tiene que partir de ese planteamiento; la lectura de la crisis de fin de siglo debe partir también de ese horizonte de comprensión.

Si establecemos una sóla razón para razonar, con ello ya nos hemos situado totalmente al margen de cualquier abstracción primaria.

Los autores finiseculares son plenamente conscientes de su destino: Unamuno, Azorín, Valle-Inclán, Pessoa… actúan y escriben sabiendo la importancia que tendrán sus obras y sus actos: saben que pasarán a la historia. (¿Egotismo finisecular? ¿”Si Dios no existe, entonces yo soy Dios?”; Álvaro de Campos, cada uno es el centro del universo).

El comunismo: el Estado al servicio del Hombre (abstracto). Ese es el gran error, lo que hace que la supuesta alternativa al capitalismo no sea sino su forma más desarrollada, más perfecta. La auténtica alternativa es la “democracia liberal”, pero sobre todo, la “democracia” auténtica, inexistente e ideal. Han ganado los que tenían que haber ganado: no ha habido marcha atrás, ni siquiera estancamiento, es una etapa más del proceso histórico. No estamos en el fin de la historia: cuando se consume la auténtica democracia será el final de UNA historia. (Sigue habiendo una Razón en la historia).