2015.12.28 – Teoría y divulgación / Sobre las verdades absolutas

Las teorías de Luhmann o Gustavo Bueno requieren de una interpretación con fines divulgativos. Es imposible ser fiel a un sistema teórico de partida y pretender hacerse comprender por gente completamente ajena a ese sistema teórico. Pretender que los profanos dediquen el tiempo suficiente como para empaparse de la manera de pensar de esos autores para poder entender su forma de ver la realidad es pedir demasiado; lo que conviene es realizar una interpretación “exotérica”, profana, lo más fiel posible a lo que podríamos llamar el “espíritu de la teoría”. Esa es la única manera tanto de divulgar esas teorías más allá de su estricto ámbito de funcionamiento (la “secta” de quienes son capaces de hacerse entender en ese lenguaje, al precio de no ser comprendidos por quienes están fuera) como de conseguir que sean aplicadas y desarrolladas en ámbitos que le son completamente ajenos (en ambas teorías se produce la paradoja de que, a pesar de su pretensión de universalidad, a efectos prácticos su única repercusión es local, dentro de su misma “secta”; y lo peor de todo es que, desde el punto de vista “emic”, los miembros de la secta son incapaces de percibir su aislamiento tanto teórico como práctico).

Paralelismo con el modelo atómico de Bohr y la realidad de la teoría atómica: algo esotérico se convierte en algo exotérico, divulgable. (Para Bueno el modelo divulgativo es parte de la teoría; cabría pensar, por tanto, que un modelo divulgativo de las teorías de Bueno y Luhmann podría llegar a ser considerado como parte de la teoría, aunque solo sería así si el modelo divulgativo llegase a tener éxito y fuese considerado como parte indispensable de la teoría, al menos como primera toma de contacto antes de comprender su núcleo teórico más denso y esotérico).

Ideas tan divulgadas como la de que “no hay verdades absolutas” se contradicen de forma evidente (o, por qué no usar la expresión, de forma absoluta) con nuestra propia práctica diaria y con la práctica académica. En la vida diaria, si alguien nos echa más años de los que tenemos nos daremos prisa en corregirla. Si, al comprobar los datos del censo electoral, vemos que el que aparece como nuestro domicilio no es el correcto, avisaremos a los responsables del censo para que corrijan ese error. Si al pagar una compra en una tienda nos devuelven menos dinero del que corresponde, avisaremos al tendero de su error. A nivel académico, si a un cervantista se le ocurre decir en una publicación suya que la primera parte del Quijote se publicó en 1705 nadie pensará que estamos ante un descubrimiento revolucionario que altera la comprensión de nuestra historia literaria: lo que pensaremos todos, y con razón, es que se trata de una errata de imprenta.

Ahora bien, la diferencia entre lo que sucede en el ámbito académico y en nuestra vida cotidiana es que