2012.08.24 – Los intelectuales de la Transición

Habría que estudiar la influencia de intelectuales como Laín o Marías en la “esfera pública” a la hora de conformar el “espíritu de la Transición”: más que los políticos e intelectuales con posiciones más abiertamente rupturistas, son estos intelectuales más instalados en la vida intelectual del franquismo (y por ello con mayor presencia tanto en el mundo editorial como en el periodístico) los que más contribuyeron a difundir la necesidad de la tolerancia con el discrepante y de construir una España integradora, en la que se establezca un marco de convivencia en el que todos tengan sitio. La “tercera España” surge como un mito por parte de quienes sobrevivieron a la Guerra Civil y se esforzaron por superarla, aunque en un principio partiesen de posturas beligerantes; pero por mucho que naciera como un mito, lo cierto es que terminó siendo una realidad efectiva y actuante, impulsando a las élites intelectuales y políticas del franquismo hacia una apertura liberal y democrática. Quizás habría que considerar que esos intelectuales no son tanto una “causa” del espíritu de la Transición como una manifestación más de la transformación de una parte de la sociedad española del tardofranquismo, precisamente la parte que ocupaba los puestos más relevantes de la vida social, intelectual, política y económica.

2009.04.11 – Estudios literarios e historia cultural; visiones sobre el 98

La historia de la crítica literaria como parte de la historia cultural: en la visión que Laín tiene del 98 vemos hoy en día más la visión de España de la intelectualidad falangista que la de los autores comentados por Laín; lo mismo sucede con la interpretación realizada en los años 60: los del 98 como la oportunidad frustrada de una “inteligencia” de izquierdas en la España de la Restauración; y lo mismo con la interpretación “fin de siglo”: hoy en día vemos en ellos el signo de la crisis de la modernidad en que estamos instalados. Visión del pasado desde el presente que funciona como un espejo: vemos lo que somos en los textos del pasado, interpretar es siempre actualizar. (Se suele decir que Azorín, en sus artículos de 1913, ve en los autores de la generación los rasgos de su propia creación literaria; lo mismo, en mayor o menor grado, sucede en las siguientes “visiones” de la generación).

La pregunta que debe hacerse es: ¿en qué medida tienen valor científico esas visiones, esas lecturas condicionadas de forma decisiva por su propio horizonte histórico, por el presente en que se realizaron? ¿Cómo es posible que, a pesar de ese estar anclado en un presente, su valor vaya más allá de su condición de testimonio de una época (la de lectura), para ofrecer información pertinente a las investigaciones futuras? Por usar la expresión consolidada en filosofía de la ciencia: ¿en qué medida las “ciencias del espíritu”, interpretativas, funcionan como una ciencia acumulativa?

Respuesta: en lo que tienen de información “material” (datos históricos, estilísticos, temáticos, etc.). Pongamos por ejemplo el ensayo de Laín sobre la generación: ¿en qué medida puede resultar valioso para un investigador actual, más allá de su condición de testimonio sobre la recepción del 98 en un momento determinado de la historia de España? Su único valor residiría en su valor “documental”, material: compilación de textos en torno al “tema de España”, de forma que tras su lectura no puede negarse la importancia de ese núcleo temático, al menos en la obra de Unamuno y Azorín (más discutibles serían los casos de los restantes autores). Ahora bien, la presencia de ese tema ha sido documentada con mayor rigor por las investigaciones posteriores (“historia intelectual”), por lo que la lectura del libro de Laín puede considerarse prescindible por parte del lector actual cuyas preocupaciones difieran de las que dieron origen a ese texto.

¿Y qué sucede con el valor de la interpretación? Ese valor “comprensivo” sólo puede juzgarse en función de nuestro propio horizonte histórico; eso es lo que decide qué interpretaciones son “caducas” y cuáles siguen siendo actuales. Siguiendo con el mismo ejemplo: un investigador actual que haya atendido a las críticas al “problema de España” y a las tesis del “carácter nacional” que se han realizado en el ámbito de la historiografía en las últimas décadas no podrá considerar como actual la lectura de Laín, ya que éste comparte con los autores que analiza una visión esencialista, emocional y problemática de España, totalmente ajena a la que se ha consolidado en los estudios históricos de las últimas décadas. Sólo un investigador ajeno a esos desarrollos podría seguir considerando actuales las consideraciones de Laín (p. ej. Bernal Muñoz).

Más difíciles de detectar son otros elementos de la síntesis de Laín que han permanecido inadvertidamente como componentes metodológicos de la investigación sobre el 98. Pongamos algunos ejemplos:

  • La tesis del “ensueño” de España: tras una etapa de compromiso directo, los del 98 se refugiarían en una visión estetizante e idealista de España, ajena a sus problemas reales. La interpretación de Laín procede de la selección arbitraria de gran cantidad de textos de los autores de la generación, procedentes de momentos distintos de su trayectoria intelectual y en contextos textuales distintos (ejemplos en los textos seleccionados al inicio del libro). Sobre la ausencia de compromiso de los del 98 se había escrito bastante antes de la Guerra Civil: tanto por parte de los seguidores de Ortega como de los intelectuales de derechas (Salaverría o el propio Maeztu) se acusaba a los del 98 no sólo de no haber actuado de forma decidida ante la situación española tras el desastre, sino también de haber mantenido esa postura individualista y ajena al compromiso público en los años siguientes. La postura de Salinas cambia las tornas: al contraponer modernismo y 98 como un enfrentamiento entre “arte por el arte” y “arte comprometido”, pasa a primer plano lo que la obra de los del 98 tiene de vínculo con la problemática española (eso en una época en la que los del 98 se habían comprometido públicamente y sin excepciones a favor de la instauración de la República, y después de que Unamuno hubiera desempeñado una importante tarea (más desde el punto de vista simbólico que práctico) de oposición a la Dictadura y a la monarquía de Alfonso XIII). Las tornas volvieron a cambiar tras la guerra: la actitud tibia y ambigua de los del 98 hacia el bando nacional fue acompañada de multitud de ataques por parte de la prensa oficial del régimen (“tránsfugas”). La inteligencia falangista (el grupo de “Escorial”) respondería a esos ataques defendiendo el valor no sólo literario, sino “español” de la creación de los del 98. Hitos de esa reivindicación serán, en primer lugar, la introducción de Dionisio Ridruejo a la edición de las poesías completas de Machado; y, en segundo y definitivo lugar, el libro de Laín Entralgo. La hegemonía falangista en el campo cultural franquista (colaboración de Laín con el ministerio de educación) facilita la incorporación de los del 98 a los planes de estudio escolares. Finalmente
  • Ahora

Pensar con la polla (o con coño): ligar por ligar, da igual que sea un o una imbécil, ligar sólo por el placer de sentirse atraído, de “conquistar” y de poder luego presumir de ello (incluso ante uno mismo).


Ejemplo de la renovación metodológica de la historia intelectual académica de los años 60: Ramsden critica a Villegas (p. 108), artículo sobre ‘¡Muera Don Quijote!” de Unamuno, año 1898, por no tener en cuenta el contexto inmediato de su publicación: una campaña de Vida Nueva contra la guerra colonial en la que habían colaborado, entre otros, Vicente Blasco Ibáñez o Pablo Iglesias. Ya no basta con situar un texto en el contexto de la producción del autor: además hay que tener en cuenta su contexto inmediato de publicación.