2013.06.03 – Sobre la formación del canon noventayochista

Cecilio Alonso sobre los “raros y olvidados”: se muestra con claridad lo arbitrario del “canon noventayochista”, hasta qué punto la selección de unos cuantos nombres conlleva el ocultamiento de muchos otros. ¿Por qué se produce esa “selección”? Ello debe ponerse en relación con la valoración ideológica de la escritura y la marginación de los valores estrictamente literarios. El rechazo del modernismo por la “alta cultura” respondía a una visión ideológica de la creación literaria, la cual debía ponerse al servicio de los intereses nacionales; ese era el criterio que se seguía para la selección del canon literario y para su difusión editorial y pedagógica. El modernismo supone una alteración radical de ese planteamiento; de ahí las acusaciones de “extranjerización” (porque la obra literaria debía ser expresión del sentimiento nacional, del “alma de España”: justificación nacionalista de la literatura) y “escapismo” (porque la obra literaria debe ser vehículo de grandes mensajes). La canonización del 98 por Azorín se difundió con éxito y rapidez porque acertaba de lleno al interpretar a los autores modernistas conforme a los cánones vigentes en la “alta cultura”: los autores de la época estarían plenamente enraizados en la tradición nacional, tendrían a España como base de toda su obra, y su producción respondería a las inquietudes nacionales de la época. El manejo del concepto de “generación del 98” en años posteriores confirma ese carácter nuclear del “tema de España” como clave hermenéutica de la obra de estos autores; al mismo tiempo, se produce la marginación definitiva de todos aquellos escritores de interés exclusivamente literario. Por tanto, la canonización del 98 está en función de un canon literario que prima los valores ideológicos muy por encima de los específicamente literarios. Esa primacía de lo ideológico en la valoración de la obra literaria se percibe en toda la crítica noventayochista posterior, y dará lugar como su consecuencia lógica a la división entre “noventayochistas” y “modernistas”, entre ideólogos y estetas, españoles y extranjerizantes. La recuperación del modernismo (y no solo de los modernistas “olvidados”, sino también del modernismo de los propios noventayochistas) solo será posible cuando pase a primer plano el componente específicamente literario, formal, de la obra literaria; ahora bien, esa evolución de la crítica solo será posible en el ámbito académico, el único donde puede tener justificación la atención prioritaria a lo estético en el análisis de la obra literaria (en la “crítica pública” seguirá vigente la prioridad de lo ideológico, de la “literatura comprometida”, aunque puede hablarse de una cierta relajación de esa hegemonía a partir de los 60 y 70 con los “novísimos”, la posmodernidad y la reivindicación de una literatura lúdica y autosuficiente).

Es de destacar que la crítica inmediata de las obras del fin de siglo se centraba en aspectos específicamente literarios en mucha mayor medida que lo hará la crítica posterior: se discuten las novedades métricas, léxicas y temáticas del modernismo, se discriminan y critican las influencias de autores extranjeros, etc (ejemplos: Cejador, Casares, etc.). La consolidación del “modelo noventayochista” parece ir directamente relacionado con el abandono de ese tipo de análisis: los del noventayocho pasan a ser vistos antes como intelectuales que como literatos.