Círculos tetradimensionales: necesidad de una representación gráfica de los “círculos” de la información. En ellos debe quedar intuitivamente claro como cada esfera de conocimiento es autónoma de las demás, aunque al mismo tiempo está conectada con todas las demás a través de los medios de comunicación. Cada esfera aumenta progresivamente de tamaño; al mismo tiempo, también aumentan progresivamente el número de esferas. Más allá de que se trate de “esferas de información”, el modelo podría ser el típico de cualquier caso de aumento de complejidad: el aumento en el número de elementos diferenciados tiene como presupuesto un aumento en el número de elementos de diferenciación (que, a su vez, considerados en sí mismos, son de por sí elementos diferenciados). Se establece así una dinámica de diferenciación progresiva de niveles de análisis correlativa de la diferenciación progresiva entre los componentes de una realidad de la que se da por supuesto que es la misma como condición de posibilidad de la comunicación del conocimiento entre esferas distintas.
La especialización consiste en el avance desde la periferia del círculo hacia su interior; sin embargo, al tiempo que se avanza también crece el tamaño del círculo. Los círculos pueden romperse, segregando círculos nuevos. Más raro parece que los círculos se fusionen: va en contra del principio del aumento de complejidad. En realidad, lo que aparentemente parecería una fusión sería en realidad la aparición de un círculo nuevo que tiene autonomía plena sobre aquellos que aparentemente fusiona, que siguen existiendo como tales.
La comunicación entre círculos solo se puede dar mediante la “traducción” de la información de forma que sea comprensible por los profanos. El profano y el especialista comparten un mismo código, el de la lengua común: nadie es especialista a tiempo completo, todos leemos periódicos, vamos a la compra, nos relacionamos con profanos. Por tanto, la diferenciación de esferas de información no es correlativa de la diferenciación de esferas de personas. Las esferas de información no son realidades sociológicas en tanto que comunidades humanas: la perspectiva de Luhmann es la acertada (lo que sucede es que, cuando Luhmann expulsa de la sociología al individuo, ya no está haciendo sociología aunque use ese mismo nombre). La información es autónoma, vive por sí misma, con independencia de su génesis o de su uso. Estas dimensiones de la información, en relación con las personas, ya forman parte de otro tipo de análisis, de perspectiva. Los problemas relativos al aumento de complejidad de la información exigen un tratamiento autónomo.
A pesar de ello, la comunicación de la teoría de la complejidad a los profanos exige, como para cualquier círculo, su traducción. Para ello, no queda otro remedio que hablar de la información como producto humano: la perspectiva de Luhmann es, al menos por el momento, demasiado extraña para el profano, demasiado alejada de las intuiciones de nuestra vida cotidiana (sería interesante reflexionar por qué: más que atender a las cosas como tales, tendemos a percibirlas como productos, ya sea del hombre o, por analogía, “de la naturaleza”: no distinguimos con nitidez entre realidad y génesis, entre hecho y proceso. A todo lo que tenemos delante le achacamos un origen, que además es significativo como tal. Aunque quizás fuese más apropiado decir que lo característico del “mundo de la vida” es ver las cosas como totalidades dinámicas e indeferenciadas: no solo la génesis es importante. Podría decirse que una de las diferencias entre la perspectiva del especialista y la del profano es la de ser capaz de ceñirse en exclusiva a un determinado rasgo de lo real, dejando entre paréntesis los demás. Se trata de una perspectiva “falsa” desde el mundo de la vida, pero verdadera desde la nueva perspectiva que se ha creado. Todas estas perspectivas “científicas” son autónomas y creadoras de su propia legitimidad epistemológica.
Esferas en un espacio común ocupado por los medios de comunicación como “gran esfera de esferas”, única posibilidad de comunicación entre las esferas. Pero hay un espacio superior, común tanto a los medios de comunicación como a las esferas: el “mundo de la vida”, la comunicación oral, informal, de alcance limitado. Aunque a este mundo de la comunicación cotidiana habría que considerarlo como parte de los “medios de comunicación”: estos se definen más por el tipo de información (clara, accesible) que por el número de sus destinatarios. Una charla de café está al mismo nivel que un artículo periodístico desde el punto de vista de la complejidad de la información.
Más allá de todos estos planteamientos abstractos, hay que poner ejemplos concretos: evolución de una “esfera”, por ejemplo, del aumento de cantidad y complejidad de la información sobre un determinado autor o, mejor aún, una determinada obra.
Los “medios de comunicación”, en tanto que esfera común, nunca aumentan de complejidad, por definición: más que una esfera son el espacio común, la no-esfera que posibilita la interrelación entre las mismas.